lunes, 29 de noviembre de 2010

TH ENLOQUECIO A UNA ASAMBLEA DE PUBERES EN LA ARENA MOVIE STAR DE CHILE


Las señales venían dadas desde antes de la hora del concierto: Fuera de la Arena Movistar 

se podían contar los automóviles estacionados, lo que en día de concierto vislumbra un 

escenario francamente preocupante. Sin embargo, en el interior del anfiteatro más de ocho 

mil personas ya estaban a la espera del número estelar.
La explicación a tamaña disonancia está en el techo de edad de los presentes, que fácilmente 

se ubica en los 15 años. Son niñas en su gran mayoría, capaces de multiplicarse por varias a 

la hora de chillar, en un ruido ensordecedor que resuena nada más apagarse las luces del recinto.
Los responsables del ritual son los alemanes de Tokio Hotel, el cuarteto que esta noche debutó

 en Chile demostrando que su tipo de arrastre es concordante con su propuesta: Los alemanes 

hoy sólo pueden ser una banda iniciática, puerta de entrada a una zona que pronto se dejará 

atrás para seguir avanzando por nuevos caminos.
La razón está en un rock básico y limitado, que bebe de distintas fuentes para configurar un 

repertorio irregular, suficientemente audaz para crear la ilusión de escuchar algo que no es un 

proyecto de pop maqueteado y blando (en rigor, es otra cara de la misma moneda), y lo bastante 

conservador como para no patear estómagos que aún se impactarían con los clásicos clichés

 del rock & roll.
El libreto escogido para desarrollar eso oscila entre lo futurista y lo apocalíptico, un sello que

 está en la estética —de estalactitas grises, dibujos de tuberías y paisajes arrasados en la

 pantalla de fondo—, pero también en el sonido.
Así, temas como "Noise" aluden a las vertientes más oscuras del nu metal, mientras que 

"World behind my wall" es una balada rock para coros masivos, atravesadas por el facilismo 

futurista de los viejos Babylon Zoo (los de la olvidada "Spaceman") y un ímpetu rockero tan

 calculado como el del glam metal, al que el look del cantante Bill Kaulitz —cuyo rostro será 

familiar para cualquiera que haya visto una revista de quinceañeras colgando de un kiosco— 

inevitablemente recuerda.
Pero nada de eso será tema para las púberes que hoy recibieron al grupo hasta con globos

 con los colores de Alemania en "Darkside of the sun", previo acuerdo fraguado en un 

club de fans.
Para ellas, Tokio Hotel debe ser hoy el principio y el fin, en una fidelidad que el tiempo debería 

dejar atrás: A menos que los alemanes también crezcan y se expandan, en unos años más la 

afición por ellos no será más que motivo de enternecedora nostalgia.



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